QUERIDO DARDÍN
Hace algunos años atrás, un niño
muy parecido al de la foto, estuvo entre mis brazos. Era el primer niño, entre
cuatro, que me dio la oportunidad de imaginarme papá. Y he de confesarte que
fue una de las mejores imaginaciones que disfruté. Recuerdo que me gustaba
contemplarlo, y lo hacía por largas horas, porque sencillamente no terminaba de
maravillarme con cada uno de sus complejos detalle. Disfrutaba observando cada uno
de sus movimientos corporales, de sus habilidades mentales y sus logros
psicomotores. Disfrutaba analizando cada uno de los primigenios rasgos de su
personalidad. Recuerdo que era inquieto pero cauto, vivas pero observador. Nunca
huraño en demasía, siempre sonriente y juguetón. Mientras lo observaba imaginaba
los desafíos que le tocaría enfrentar y las angustias que tendría que pasar en
soledad porque así es la vida, es el camino que todos tenemos que seguir. Entonces,
me propuse equiparlo para que los caprichos que el destino nos tiene preparado,
no lo sorprendan.
Fue en medio de esos pensamientos
que llegué a la conclusión de que un niño es como una semilla que esconde muy
dentro suyo el enorme árbol en el que se convertirá un día. Sí, en toda semilla
se esconde un árbol grande y frondoso que cobijará bajo sus ramas todo tipo de
vida. Una semilla es una promesa, es muchas posibilidades. Todo depende de la
tierra en que ha de crecer. Si lo piensas bien, una semilla es un potencial
escondido que no tiene otra alternativa más que crecer para vivir y dejar
vivir. Aun cuando no se pueda ver, en toda semilla se esconden los troncos, las
ramas y los frutos de ese árbol maravilloso. Aunque esté escondido, no por ello
es inexistente. La tarea entonces es procurar que todo lo que todavía está
escondido salga a la luz, que brote como el agua de un manantial en pleno
desierto.
No es una tarea fácil, pero sí
maravillosa. No es nada fácil lograr que la sabia que recorren las venas del
Nueva Humanidad sean la sabia del amor y el servicio al prójimo, porque solo lo
que se hace con amor permanecerá. Solo el amor y el servicio harán que surja desde
el fondo de su corazón aquella energía transformadora que tanto necesita el
mundo. Un árbol que cumple el propósito para el cual fue creado es como el
volcán que sabe derrochar energía porque con ello anuncia que el ciclo de la
vida está por comenzar. No es una tarea fácil, por el contrario es ardua y azarosa,
pero es gratificante. Con paciencia y mucho humor se puede lograr que el hombre
de bien que se esconde en un niño surja como la aurora de la mañana que
silenciosa aparece después de vencer a la oscuridad.
No soy padre de ese niño, pero de
tanto contemplarlo y después de disfrutar su crecimiento e imaginarlo un hombre
de bien me surgió un amor inmenso que hasta ahora no se extingue y no se
extinguirá jamás. Siento que de alguna manera he cumplido con mi tarea. Aunque
tengo que reconocer que ninguna tarea se cumple a cabalidad y que la vida se
encarga de completar lo que uno comenzó, sin embargo, me gusta pensar que este
es un tiempo de cosechar los frutos.
Espero que tengas la misma suerte que yo.
Tu hermano
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