CÚMPLELOS FELIZ, MECHE

Un día como hoy, 10 de enero, nació mi abuelo, se llamaba José Nicanor, pero era conocido por todos como Don Meche (aunque los más cercanos le decía Don Mechito). Era bajito, apenas medía 1.55 cm. Si estuviera vivo cumpliría 108 años. Él me contó que salió muy joven de su querido Huamachuco y migró junto con otros a trabajar en los cañaberales de Cartavio, en la Libertad. Luego, por esos giros que tiene el destino, terminó en Chimbote trabajando en el Banco de la Nación. 

Mi abuelo fue lo más preciado que me regaló la vida. Fue un abuelo tierno, amable, generoso y muy juguetón. Mis recuerdos con él están llenos de momentos de juegos y de mucha risa. Fue un hombre piadoso y leal a sus amigos. Me enseñó muchas cosas. Pero lo que más me gusta recordar es su risa de niño travieso, su espíritu afable y sus manos encallecidas de tanto trabajar. Es que cuando se jubiló no se sentó en su perezosa de cara al sol para descansar, a él le gustaba trabajar.

Fue campesino, obrero, dirigente sindical, chofer y maestro de niños en su querida iglesia de confesión evangélica. Le gustaba enseñar. Lo recuerdo preparando sus materiales para enseñar en sus clases dominicales. Mamá cuenta que en sus vacaciones se iba a diferentes lugares al interior de país llevando ropa, víveres, juguetes y, junto a sus materiales didácticos, sus lecciones bíblicas. Además de enseñar le gustaba contar fábulas. Esas fábulas los aprendió cuando niño en Huamachuco. Los personajes siempre eran el zorro y la libre o el zorro y el conejo. Pobre zorro, en todos los cuentos siempre perdía. Él lo contaba con tanta gracia que me provocaba seguir escuchando. Era un cuentacuentos auténtico. Lo recuerdo feliz repidiéndonos las mismas viejas fábulas sobre el zorro, la liebre, el conejo, la gallina una y otra vez. Es una pena que no haya aprendido a contar como él.

Un mes antes de cumplir los 96 años se despidió de su familia e hizo el viaje que un día todos haremos. Tengo una foto suya colgada en la pared que está cerca de mi cama. Viste una camisa y pantalón azul parchadas y envejecidas, con una correa marrón gastada de tantos años de uso. Tiene un sombrero crema con franjas de colores y en su hombro izquierdo una lata llena de algún material de construcción. Esa foto lo tomó su nieto primogénito, el hijo de su hija. Y, como cada vez que le tomaban foto, posaba sonriente o haciendo alguna mueca.

Así eras abuelo: afable y divertido; piadoso y juguetón. Hoy que es tu cumpleaños quiero enviate un abrazo imenso envuelto con mi profunda gratitud por haberme regalado los mejores años de mi infancia. Contigo fui feliz y aún lo sigo siendo con sólo recordarte.

Cúmplelos Feliz mi Meche querido.

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