TOMÁS, EL MISIONERO QUE "DES-CUBRIÓ" EL REINO

Tomás, el misionero de Jesús
Tomás quería ser misionero. Soñaba con viajar a lugares exóticos para predicar la Palabra de Dios, pero sentía que aún no estaba listo. Su pastor le había dicho que antes de “anunciar” el reino primero tenía que “des-cubrir” lo que significaba. Pero no sabía cómo. Esa noche, mientras caminaba a casa, oró a Dios pidiendo que le ayudara. 

Al día siguiente Tomás fue a visitar a su tío predicador que vivía en San Juan de Lurigancho para preguntarle cómo descubrir el reino. En el bus conoció a una mujer anciana a quien todos llamaban cariñosamente mamá Antonia. Ella es una de las miles de mujeres que fueron afectadas por el conflicto armado interno que asoló el Perú entre los años 1980-2000 y que vivía como desplazada en Mariátegui. Mientras viajaban mamá Antonia le contó que su esposo, un comerciante de juegos infantiles, fue desaparecido por agentes militares en el año 1984 cuando se encontraba en una feria en Tambo (La Mar, Ayacucho) ofreciendo su mercadería. Desde esa fecha no supo nada de él.

Le contó que lo buscó en diferentes dependencias judiciales, policiales, militares y acudió a cuanto lugar le dijeron que podía encontrarlo. Lo buscó entre montones de cadáveres intentando hallar una señal que revelara la verdad de los hechos. Pero, no lo encontró. Perdió la esperanza de verlo vivo pero nunca renunció a encontrar su cuerpo y descifrar en él lo que le había sucedido. Por su insistencia fue amenazada de muerte por agentes militares por lo que tuvo que huir de su ciudad natal y refugiarse en Lima. Con sus 06 hijos se estableció, como se lo dijo, en Mariátegui.

Tomás estaba tan fascinado con el relato que hasta olvidó por un momento la consulta que le haría a su tío. Mamá Antonia le contó que después de 30 años de buscar y buscar estaba cansada, enferma y con un hondo pesar. A modo de confesión le dijo que le dolía mucho la indiferencia del Estado ante su pérdida pero, sobre todo, le dolía la indiferencia de la sociedad. Se sentía como un alma en pena que vagaba por el mundo buscando consuelo y un poco de amor. Estas palabras impactaron mucho a Tomás al punto de dejarlo perturbado. No sabía qué hacer ni qué decir. Se sentía avergonzado. Mamá Antonia era una mujer anciana, viuda, pobre y estaba enferma.

Tomás tenía que bajarse en el siguiente paradero, pero antes, le preguntó si podía visitarla. Mamá Antonia no tenía una dirección exacta pero le dio algunas referencias para llegar. Pensando en el relato y en aquella referencia llegó a la casa de su tío. Ante su consulta, éste le hablo del compromiso social. Le dijo que si quería “anunciar” el mensaje del reino primero tenía que “des-cubrirlo” y ser “des-cubierto” por él. Tomás se apresuró para preguntar ¿y cómo lo des-cubro? Entonces, su tío predicador le hablo de los pobres. Le dijo que el reino se "des-cubre" amando a los pobre y luchando por defender sus derechos humanos. Estas palabras eran extrañas para Tomás, nunca nadie le había hablado de que el reino de Dios era defender los derechos humanos. Se quedó toda la tarde conversando con su tío y ya cuando era de noche, regresó a su casa.

El relato de mamá Antonia lo había dejado intranquilo, incluso más intranquilo que buscar el significado del reino de Dios. Pasaron 15 días y decidió visitarla. Estaba decidido a imponer las manos sobre ella para que el Señor la sanara. Después de todo, no necesitaba viajar a lugares exóticos para hacer misión, se dijo. ¡Sí, oraría por ella y le predicaría de las bondades del reino de Dios! Pero cuando llegó se llevó una ingrata sorpresa: mamá Antonia no estaba en casa. Por su hija mayor se enteró que su enfermedad le fue ganando la batalla. A causa de la diabetes fue perdiendo la visión y comenzó a sufrir de insuficiencia renal. No podía caminar y quedó postrada en cama. Su hija le contó que, para salvarle la vida, los médicos recomendaron practicarle una diálisis, (aunque no aseguraron que su salud mejoraría). Pero por falta de recursos económicos su salud empeoró y se le fue apagando la vida. Quieta y silenciosamente se fue convirtiendo en parte de las estadísticas. El 02 de Junio a las 2:55 de la tarde, mamá Antonia nos dejó para siempre, dijo su hija.

Esa noticia dejó devastado a Tomás, no lo esperaba. Se sentó en la piedra que estaba a la entrada de la casa -que hacía las veces de banco- y se puso a llorar. Después del llanto vino a su mente una “revelación”. Pensando en la muerte de mamá Antonia concluyó que no la mató la enfermedad física sino la enfermedad social; que no murió por la diabetes como creía su hija, murió por la indiferencia de quienes, pudiendo impedir esta tragedia (como el Estado y la sociedad), no lo hicieron. Murió, como vienen muriendo muchos inocentes producto de esa guerra fratricida: en el olvido, el abandono, la soledad. Lo más triste de todo fue darse cuenta que su muerte no significa nada para quienes, si la que muere, es pobre, mujer y serrana.

Tomás quería ser misionero para anunciar el reino de Dios en lugares exóticos y lejanos. Sin embargo, se dio cuenta que podía ser misionero en su propio país y en su propia ciudad. También se dio cuenta que no puede ser cristiano y ser indiferente al sufrimiento de los pobres a la misma vez.
 
No sabría decir cómo, pero en ese instante Tomás “des-cubrió” el reino de Dios, es decir, descubrió el sentido último del reino, en otras palabras, su significado dejó de estar oculto para él. Descubrió que la indiferencia mata y que los pobres son víctimas. Entonces se prometió a sí mismo y a Dios que abandonaría su indiferencia y se comprometería por luchar contra las injusticias en el mundo. Tomás des-cubrió el reino de Dios gracias a que una mujer pobre y enferma se lo había enseñado sin saberlo.

Tomás estaba listo para anunciar el reino de Dios, estaba listo para ser misionero.

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