EL DIFÍCIL CAMINO DEL AMOR



Caminaba aturdida, confundida y cabizbaja sin saber qué sentir exactamente. Todos los sentimientos se le agolparon como caballos en estampida, rezongando al unísono, llenos de furia y de miedo, como una protesta multitudinaria y bulliciosa por las calles de Lima. Todos los sentimientos juntos hacían imposible definirla. Sentía rabia, mucha rabia. Sentía angustia, mucha angustia. Sentía pena de sí misma y conmiseración. Sus lágrimas, como queriendo consolarla, asomaron decididas a mirarle a la cara.

Era la enésima vez que un novio la terminaba. Era la enésima vez que tenía que pasar por el mismo valle solitario, lúgubre y tenebroso que significaba no ser amada. Era la enésima vez que pasaría días, semanas e inclusos meses sin comer, sin dormir y sin querer ver a nadie más que a sí misma: verse languidecer y morir a plazos. Porque cuando se guarda un mínimo de esperanza en la llegada del "príncipe azul" no se puede morir al contado. Encerrada en los muros de una soledad infinita, enloquecía. El amor de Martín, que hacía horas le daba sentido a su vida, se le esfumaba lentamente de las manos y no podía hacer nada para contenerlo. En su locura veía la muerte venir y en esa misma locura se peleaba con ella. La ahuyentaba como quien ahuyenta las aves carroñeras del cadaver de su madre.

-¿Por qué no me ama?- se preguntaba una y otra vez sin encontrar respuesta.
-Por qué, si yo lo amo tanto, tanto que no puedo vivir sin él.

Esa pregunta circunstancial lo llevó a otra pregunta circunstancial y después de una larga cadena de preguntas circunstanciales terminó en una pregunta trascendental ¿por qué no soy amada? Ante esta pregunta sólo quedó el silencio absoluto. Esta preguntas giraban con insistencia en su mente y laceraban su espíritu. No entendía por qué si desde niña fue mimada y querida por todos. Su madre la adoraba, su padre la engreía sin límites. Sus abuelos toleraban diligentemente sus berrinches. Sus amigas envidiaban su derroche de carisma y sensualidad. Sus amigos admiraban su belleza y popularidad. Era la clásica chica bella, carismática e inteligente, pero sin suerte en el amor.

Tal vez allí esté el origen de su desgracia. Tal vez todos contribuyeron, sin darse cuenta, en convertirla en un objeto del amor. Su madre con su amor incondicional; su padre con sus engreimientos sin límites. Sus amigos y amigas con sus estándares de chica "Top" o chica "Fashion". Todos contribuyeron para que ella buscara ser amada, admirada y seguida. Se acostumbró, sin saberlo, a sentirse digna del amor.

Cuando conoció a Martín se enamoró -como siempre lo hacía- perdidamente. Él la hacía sentir una mujer especial. Le regalaba flores, chocolates, peluches. Salían a pasear, a comer, a bailar. Iban al cine con frecuencia y una que otra vez a un concierto. Él la trataba con gentileza y ella respondía con dulzura. Ella se sentía como una princesa y él se comportaba como un príncipe azul. Él era el chico perfecto, ella la chica ideal. Eran como dos jarrones finos que se exhiben en las mejores vitrinas de las tiendas Ripley o Saga Falabella. Ella dio todo por ser feliz, pero el amor no le sonrió. Cuando un jarrón, por muy fino que sea, deja de fascinar pasa a ser un objeto más.

Quería amar y ser amada y no sabía cómo. En tales circunstancias recordaba a Paco, su segundo novio, al que tuvo que dejar porque le asustaron sus ideas de "Amor Libre". Según lo recuerda, él insistía en que no debía confundirlo con libertinaje, que el Amor Libre se fundamenta en la Libertad. Para ella libertad y libertinaje siempre significaron lo mismo. En cambio para él, la Libertad se escribía con "L" mayúscula. Decía que ahí radicaba su diferencia. Ella no sabía exactamente a qué se refería y lamentó no haberse quedado para indagar.

No sabía amar con Libertad y por eso extrañaba a Paco. Pero, sobre todo, extrañaba su "extraña forma de amar". Para él los celos eran el cáncer del amor. Una persona celosa estaba definitivamente enferma. En cambio, ella creía que era la evidencia definitiva del amor verdadero. ¡Claro, siempre y cuando no sea enfermizo! Paco no la celaba y menos aun andaba preocupado por el amor de ella. Él se concentraba en su amor, en amar, en amarla. Ella creía que le era infiel o, en el peor de los casos, que estaba loco. Por eso lo dejó. Él le decía que lo amaba con "L" mayúscula. Ella creía que se lo decía en inglés.

Para la mayoría de la gente el amor consiste en ser amado y no en amar. Consiste en recibir amor y no en dar amor. De ahí que la preocupación primera y última consista en logra cómo se les ame; cómo ser dignos del amor de otros. Toda nuestra cultura está basada en el deseo de comprar, en la idea de un intercambio mutuamente favorable, por eso nos vemos como jarrones finos que podemos llevarnos a casa para presumir, para sentirnos importantes, para sentirnos amados, aceptados. Para amar hace falta desarrollar la capacidad de hacerlo, la capacidad de dar, de darnos. Es un camino difícil, pero es el mejor para salir del encierro, la locura y la soledad.

Comentarios

  1. Me gustan tus letras...

    No recuerdo haber entrado antes pero parece te ya sigo tu blog, en fin... ¡esta cabeza mía!

    Un gusto enorme andar por aquí.

    Cecy =P

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